martes, 5 de marzo de 2019

Poemas: Pablo Neruda

"No culpes a nadie" 

Nunca te quejes de nadie, ni de nada, 
porque fundamentalmente tú has hecho 
lo que querías en tu vida. 
Acepta la dificultad de edificarte a ti 
mismo y el valor de empezar corrigiéndote. 
El triunfo del verdadero hombre surge de 
las cenizas de su error. 
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte, 
enfréntala con valor y acéptala. 
De una manera u otra es el resultado de 
tus actos y prueba que tu siempre 
has de ganar.. 
No te amargues de tu propio fracaso ni 
se lo cargues a otro, acéptate ahora o 
seguirás justificándote como un niño. 
Recuerda que cualquier momento es 
bueno para comenzar y que ninguno es 
tan terrible para claudicar. 
No olvides que la causa de tu presente 
es tu pasado así como la causa de tu 
futuro será tu presente. 
Aprende de los audaces, de los fuertes, 
de quien no acepta situaciones, 
de quien vivirá a pesar de todo, 
piensa menos en tus problemas 
y más en tu trabajo y tus problemas 
sin eliminarlos morirán. 
Aprende a nacer desde el dolor y a ser 
más grande que el más grande de los obstáculos, 
mírate en el espejo de ti mismo 
y serás libre y fuerte y dejarás de ser un
títere de las circunstancias porque tú 
mismo eres tu destino. 
Levántate y mira el sol por las mañanas 
y respira la luz del amanecer. 
Tú eres parte de la fuerza de tu vida, 
ahora despiértate, lucha, camina, 
decídete y triunfarás en la vida; 
nunca pienses en la suerte, 
porque la suerte es: 
el pretexto de los fracasados…


"El mar"

Necesito el mar porque me enseña:
no sé si aprendo música o conciencia:
no sé si es ola sola o ser profundo 
o sólo ronca voz o deslumbrante 
suposición de peces y navíos. 
El hecho es que hasta cuando estoy dormido 
de algún modo magnético circulo
en la universidad del oleaje.
No son sólo las conchas trituradas 
como si algún planeta tembloroso 
participara paulatina muerte, 
no, del fragmento reconstruyo el día, 
de una racha de sal la estalactita 
y de una cucharada el dios inmenso.
Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire, 
incesante viento, agua y arena.
Parece poco para el hombre joven 
que aquí llegó a vivir con sus incendios, 
y sin embargo el pulso que subía 
y bajaba a su abismo, 
el frío del azul que crepitaba, 
el desmoronamiento de la estrella, 
el tierno desplegarse de la ola 
despilfarrando nieve con la espuma, 
el poder quieto, allí, determinado 
como un trono de piedra en lo profundo, 
substituyó el recinto en que crecían 
tristeza terca, amontonando olvido, 
y cambió bruscamente mi existencia:
di mi adhesión al puro movimiento.


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